martes, 16 de agosto de 2011

Arquitectura anodina

Me resulta algo decepcionante pasear por una calle, cuyos edificios guardan una identidad común en épocas y estilos, y encontrarme con un edificio nuevo cuyo estilo es inexistente. Porque, ¿cómo podemos calificar a un edificio tan simple como un cubo?, de ¿moderno?, ¿ecléctico?, tal vez ¿minimalista? No, no tiene ninguna de esas categorías, sencillamente es anodino, soso, simplón, insulso y hasta patético. Es incluso irritante, ¿cómo un edificio así tiene el atrevimiento de plantarse ahí en medio? Sin ningún respeto por sus vecinos. ¿Hasta dónde llega el desprecio, la ignorancia, el vacío, la falta de coherencia, de arte y oficio? A veces, con tan solo un poco de atención, de sensibilidad artística, se pueden hacer milagros y minimizar el impacto. Otras, con un poco más, hasta mejorar lo existente. No es excusa que en la actualidad los presupuestos sean más límitados, creo que no tiene por qué ver con esto.

¿Modernidad o Impacto?

Edificio de la calle de Princesa con un añadido moderno en la parte superior.

Esta es una gran controversia en el paisajismo urbano. El concepto de valor paisajístico tiene ciertas dosis de subjetividad. Por ejemplo cuando se produce una ampliación o modificación de un edificio antiguo con elementos modernos. La aparición de nuevos elementos es un factor que siempre va a provocar una transformación importante en la vista de un edificio. Es, por tanto, una cuestión bastante delicada que en pocos casos resulta estética y paisajísticamente positiva. En la mayoría de los casos, solo cabe esperar que esa nueva imagen no sea demasiado desafortunada. Aunque no es imposible que la aparición de elementos modernos pueda resultar interesante. Pero ante esta delicada situación son demasiadas las veces en que no se opta por una opción conservadora desde el punto de vista paisajístico, me refiero a  una opción inteligente, práctica, integradora y eficaz. También en otros casos más singulares, motivados por numerosos factores de egocentrismo, megalomanía, y sobre todo lucro o publicidad política, se erigen estructuras modernísimas y carísimas sin otro sentido que el lucimiento y lucro del arquitecto y constructor, y la satisfacción del político o empresario. Todo ello a costa de la racionalidad, austeridad y buen criterio basado en aspectos paisajísticos, históricos, culturales, sociales; en definitiva, de una arquitectura más culta y amable.

El terror del cristal y el acero

No hay nada más “moderno”, ni más dispar y antiestético, que un edificio revestido de vidrio y acero entre los edificios clásicos de Madrid. La moda ha sido acogida y permitida por las Administraciones Públicas. Hay numerosos ejemplos, como el de la fotografía, en la calle Génova número 27. Junto al antiguo edificio del Tribunal Económico se erige, o mejor dicho, está incrustado un mamotreto que parece la torre de control de un aeropuerto. El edifico fue remodelado en el año 2005.