viernes, 6 de abril de 2012

Las estaciones clásicas (Norte, Atocha, Delicias)


Aspecto de la calle Méndez Álvaro donde se observa como una larga zapata de hormigón con contrafuertes metálicos (para evitar la caída del muro original) ocupa más de media acera desde la construcción de la nueva terminal del AVE. ¿Cuantos años más seguirá ahí la chapuza?



Estación de Delicias. Oculta y desconocida.


La observación de estos representativos lugares dentro del paisaje urbano de Madrid puede ser un ejercicio de reflexión sobre el tratamiento y la conservación del patrimonio histórico desde el punto de vista urbanístico.

Las tres grandes estaciones clásicas de ferrocarril de Madrid cuentan con elementos arquitectónicos representativos de finales del siglo XIX (Delicias 1880, Norte 1882, Atocha 1892). Los más llamativos se corresponden con los grandes espacios centrales para la recepción de viajeros y sus imponentes fachadas. Fueron construidas en el periodo de la revolución industrial usando novedosas técnicas arquitectónicas basadas en el uso del hierro como elemento estructural combinado con otros materiales como piedra natural, ladrillo y vidrio. Son joyas arquitectónicas que han sido conservadas y declaradas como monumentos histórico-artísticos. Sin embargo actualmente se ven empobrecidas y desvirtuadas por diversos factores, como la especulación del suelo, la ignorancia sobre el patrimonio cultural, su desacertada o ausente valoración, y la falta de proyectos y apoyo a la cultura.

Para empezar, delante de ninguna de las tres grandes fachadas de estas estaciones existe un espacio digno que permita integrarlas en su justa medida en el ambiente urbano y disfrutar de ellas. Esos espacios han sido anulados y las estaciones han quedado mutiladas en su percepción, sin poder verlas ni contemplarlas desde la perspectiva de la relación entre el ciudadano y el elemento arquitectónico a su servicio. Todas han sido ocultadas y desvirtuadas, sus líneas están desfiguradas y resulta difícil reconocerlas en el paisaje urbano por cualquier peatón. Pero, ¿y si miramos dentro?:

Atocha. Se utiliza como parque cubierto con especies tropicales. Vale, una idea muy original, pasear en invierno entre palmeras y nenúfares; pero usar para ello el espacio de la estación histórica me parece una frivolidad que demuestra la falta de ideas o la poca voluntad de desarrollar otro tipo de proyectos. La última y reciente transformación ha sido la construcción de nuevos andenes para la llegada de viajeros del AVE, que ha causado graves efectos, entre los que destaca una gran rampa lateral para el acceso de taxis.

Norte. Por sorprendente que parezca el suelo de la estación ha desaparecido, y ya no se podrá tener la sensación de entrar por su puerta principal y pasear a nivel de la calle por todo el recinto. Para ello tendremos que usar corredores y pasarelas, y si miramos al precipicio, 25 metros más abajo, vemos la razón,  los andenes de la estación de metro de Príncipe Pío. Un nivel por debajo una línea de Cercanías atraviesa el vacío gracias a una pasarela metálica. La nave principal sirve para cubrir un centro comercial de tres plantas. También se construyó un gran edificio adosado para multicines. Una vez más, las nuevas actuaciones arrasan con la integridad y singularidad de los elementos con valor histórico en lugar de conservarlos.

Delicias. El único servicio de viajeros que presta es el Tren de la Fresa, estupenda iniciativa turística y cultural. Quizá por su menor tamaño no ha sido transformada  y acoge el museo del Ferrocarril, algo positivo al fin, aunque parte también se utiliza como oficinas. Y en una de las naves laterales se encuentra el Museo Nacional de Ciencia Y Tecnología, esto es menos serio, en el sentido de que la ciencia española queda relegada a un pequeño espacio en una antigua estación escondida. Hace unos años una nueva estación para el Cercanías se construyó a unos cien metros como un elemento totalmente aparte, con líneas simples y funcionales, un objeto extraño en el barrio. Ahora que se plantea construir un barrio entero de casinos y salas de fiesta en los alrededores de Madrid, cuyo valor sería bastante vacío, tengo que decir que más valdría haber protegido el barrio de Arganzuela como barrio histórico industrial. Ese barrio podría haber sido un parque histórico tecnológico en el que se conservara y desarrollara el conocimiento de una de las pocas industrias españolas con cierta relevancia técnica internacional, y que sin embargo no se ha sabido utilizar eficazmente en el desarrollo económico del país. El paisaje de este barrio industrial era único en la ciudad, y representativo del Madrid de principio de siglo XX, pero se ha ido derribando poco a poco, rapiñando espacio para la nueva construcción de viviendas y oficinas de manera desordenada y sin sentido. Por ejemplo los magníficos edificios de ladrillo de la compañía CLH fueron derribados recientemente para la construcción del recién terminado modernísimo edificio acristalado de oficinas de REPSOL.